Lo reiterativo
asusta. La trama, acercamiento hiperreal, tan terrorífica, mata con la insistencia
artera, malévola, brutal de los tiempos que corren. Los personajes, en su
lógica perversa, remueven los cimientos sociales de una época en que política,
terrorismo y poder dominan la escena. Hamlet, horrorizado, deambula perdido
entre la fetidez dinamarquesa y la podredumbre moral que pervive en la limosna
gubernamental, mientras tartufianos personajes recorren, cual fantasma de la
ópera, con su mano extendida rogando la dádiva, cada vez más escasa, como el
café, la cultura, o la honestidad, que no hay.
La crisis cultural
del califato del estado Aragua ya pasa de lo risible a lo trágico sin
intermedio; y mientras todos los trabajadores escénicos deberíamos estar al
frente, en la calle, teatro primigenio, defendiendo espacios de libertad, democracia
y justicia, lamentablemente sólo vemos al corifeo de burócratas anunciando un
sarao para ¿re-inaugurar? El foyer del teatro de la ópera de Maracay, ex-icono
de la ciudad, otrora jardín. ¿Será que estamos todos locos como el rey Lear, o
como Román Chalbaud cuando profetizó su
prontísima apertura? ¿Olvidamos los cuatro presupuestos dispendiados?
Es por ello que, en
vez de celebrar por lo alto el día nacional del teatro, así como también el del
periodista, activemos en cambio las fibras más profundas de nuestra cultura
ciudadana y democrática para propiciar un cambio que apunte a la reconstrucción
política y cultural de la república.
Teatro La Misere Los Muchachos de la NASA
Aragua en Red Cultura para el Progreso