lunes, 28 de marzo de 2016

La escena está en la calle. Día Internacional del Teatro 2016

Hoy no hablaremos de los graves problemas que aquejan al teatro. Será trabajo de críticos y académicos investigar a fondo el porqué de la decadencia del teatro en el mundo occidental, convertido en distracción espectacular, en circo in-mediático empresarial, en constancia florida del presente cultural. Tampoco del teatro venezolano, especialmente al teatro aragüeño. No hablaremos de la estafa cultural, económica y moral que representa el Teatro de la Ópera de Maracay, tampoco diremos nada de la mampostería de la quinta que abruma al bello ateneo, ni de los bolsillos que se llenan a costa de presupuestos fraudulentos de lavanderías ilegales. Menos aún  mencionaremos la adhesión militante de cultores de la patria que destrozan estatuas, textos y parlamentos de esta obra en construcción que llamamos país, república.
Hoy el teatro es el horror del terrorismo, el pánico aniquilando esperanzas y razones en el altar del odio y la ignorancia, desplazando millones de personas de sus escenarios de vida hacia la nada, hacia otros odios en otras lenguas, como aquellas filas interminables de ciegos que espantaron a Tristan Tzara, cuando regresaban a París apoyándose uno en el hombro del otro, harapientos, miserables regresando de la gran guerra. Hoy los enemigos acechan en los balcones de Bruselas, Ankara, Moscú o Alepo.
Hoy el teatro es la calle, la espesura de sus dramas se disuelve en la emergencia de los hospitales, en la máscara desencantada de quien no consigue en la farmacia ni la medicina, el suero o el catéter de la representación más real: la vida y la muerte.
Hoy el teatro está en las colas, en las masas agitadas, no ya bajo la palabra y el clamor de Enrique V, o en el absurdo voraz de Godot, o en la grotesca nacionalidad representada en “Alí Babá y las 40 gallinas” de Ramón Lameda, sino en la espera infinita que colinda el telón con la Santamaría cerrada, esperando y esperando el jabón, la harina. El café.
Hoy el teatro aparece en la morgue, donde exacerbamos ad infinitum la tragedia nuestra de cada amigo, pariente o monólogo interior de la muerte del estado general de sospecha: todos somos culpables, ya lo dijo Esquilo en “Los 7 contra Tebas”. Hermano contra hermano, la muerte llama a la muerte, y el camposanto es el escenario de nuestra tragedia más profunda.
Hoy el teatro es la Tragicomedia nacional que nos gobierna.
Y es justo en este instante donde deben aparecer, con más fuerza, los textos fulgurantes, luminosos y certeros de nuestra escena local y universal, del teatro y su visión mordaz, su esencia histórica, presente continuo de dramaturgos, actores, productores, escenógrafos, maquillistas, vestuaristas, iluminadores, toda la gente de teatro representando ante el público nada más y nada menos que la importancia del teatro como la instancia genuina de la crítica, la democracia y de la virtud del arte como vía de la trascendencia humana y universal.
Por ellos, por el mundo, por esta Venezuela que aún respira: ¡Que viva el teatro!

Los Muchachos de la NASA        Teatro La misere       
                               Alfredo Fuenmayor 
Sala de Teatro Carmen Palma         Roger Rodríguez     
                           Carlos Delgado Díaz