lunes, 2 de mayo de 2016

De la tristeza cultural y otras especies (o el porqué no voy al teatro)

Para que Aarón David Padilla, próximo 5 de la católica, siga soñando a Maracay

Conversaba, chateaba pues, como se dice ahora, con una amiga que se fue a Chile con hijo, madre y hermana a buscar lo que sí se le había perdido en Venezuela: Paz, seguridad, trabajo, esperanza; y me decía que, debido a que trabaja de lunes a lunes, no encontraba tiempo para llevar a Aarón David al cine, al parque. Yo, entrometido perenne, comencé a decirle que buscara en la web y en la prensa escrita, actividades de los centros culturales de Santiago, música al aire libre, títeres.
De allí pasé a comentarle (y recordar soñando) que yo, maracayero absoluto, pasé una infancia fabulosa, genial, tanto así que no me di cuenta hasta ahora, hasta que comencé a contarle del “cáscara-máscara”, la fabulosa proposición de títeres del “enano” Héctor Rodríguez, los miércoles de cine en el Ateneo, donde mis ojos incipientes se colmaron de asombro, preguntas y silencios en los filmes de Kubrick, Fassbinder y Coppola. Con La Pared de Pink Floyd y La canción es la misma, de Zeppelin; de los famosos Grillitos, llenando de arte las ilusiones de los niños en caña de Azúcar. Muchos años después, frente al pelotón de este fusilamiento, habría de recordar que aquellos filmes, aquella magia, aquél teatro eran provistos por Enrico Terrentín, Roger Rodríguez, Ramón Lameda, Lali Armengol, el grillo Querales y tantos otros que hicieron de la promoción cultural y el arte una vía para reconocernos como ciudad, como lugar en el mundo.
Los domingos eran una fiesta. Con pintura al aire libre, teatro, infantil y de repertorio, y cine familiar, caminatas y ciclismo en la UCV y funciones en la escuela de arte dramático. Y si Dios estaba de tu lado ese día y jugaban los tigres, beisbol. Hoy el drama se representa en los escenarios más trágicos, en fila no para retirar la entrada, sino en cola para comer, curarte o respirar.

Hoy, bajo la mirada cómplice, mansa y cooperante de la cultura oficial, oficialista y oficiante, se suspende el concierto de Desorden Público.

Hoy, en la sumisión resplandeciente y silenciada de los directivos de la ópera bufa, recordé el atinado verso de Ramos Sucre:

Supervivientes de una raza invicta.

Hoy, El museo no exhibe a don Mario Abreu, sino los juegos del hambre en la repartición de gallinas.

Hoy, Aarón David no puede soñar en venezolano, con las muñecas de Reverón o el toro constelado.


Por eso y muchas cosas más, volveré al TOM, o al Ateneo de Maracay, sólo cuándo regrese la democracia. 



3 comentarios:

  1. "...aquellos cuya esperanza es fuerte, ven y fomentan todos los signos de la nueva vida y están preparados en todo momento para ayudar al advenimiento de lo que se halla en condiciones de nacer" (Erich From: La Revolución de la Esperanza) El "soñar" es el proyecto más importante de lo que se hará: He ahí La Esperanza. Maracay, la malquerida de los que no sueñan, pero deshacen los sueños de la gente de Aragua y los convierten en pesadilla, tienen la más grande acción indestructible: Los que sueñan y los hacedores de sueños, que no duermen sino que sueñan en los que sueñan "cuya esperanza es fuerte, ven y fomentan todos los signos de la nueva vida y están preparados en todo momento para ayudar al advenimiento de lo que se halla en condiciones de nacer" ESE DÍA ESTÁ MUY PRÓXIMO y los miles y miles de Arón David volverán a su Maracay para soñaron en venezolano.

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  2. Es una verdad histórica.
    Los regímenes dictatoriales, o los que podríamos llamar "protodictatoriales, siempre han tratado de utilizar las diferentes formas de manifestación cultural como plataformas de propaganda o apoyo político incondicional. Sucedió en la URSS, en China y muchos otros países.
    Hace mucho tiempo, leyendo una revista, allá por los años 60´, que creo se llamaba "Nueva China", muy bien editada, en un excelente papel y con fotografías de alta calidad, leía que en una región de ese país se había exhibido una obra teatral que si mal no recuerdo se llamaba:" El día que el Gran Timonel visitó nuestro pueblo". También se reseñaba una exposición de pinturas, en muchas de las cuales el presidente Mao Zedong era el personaje principal. ENTONCES ENTENDÍ QUE LA CULTURA TAMBIÉN PUEDE SER UNA PRISIONERA POLÍTICA.

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