…Ahora,
señor Presidente, le confieso un miedo. Digo yo, en mi ignorancia, que este
golpe no me cabe en la cabeza, si debo identificarlo o reducirlo al gesto de
unos tenientes. Después de todo, Rambo es una ficción estúpida, un oportunismo
de Hollywood. No se cancela el asunto diciendo que de aquí al tercer milenio, Venezuela
no volverá a vivir esa madrugada. Eso es bravata y usted lo sabe mejor que
nadie. La democracia es una manera y no un objetivo. Siglos atrás, en la
historia de Francia, Luis XI se hizo famoso por decir que el único sentido real
de un gobernante era garantizar que los ciudadanos pudiesen comer pollo tres
veces al día. Sobra aclarar que en ese tiempo, comer pollo era un privilegio de
señores. Pero descartando el simplismo, macroeconomía menos, macroeconomía más,
no ha habido mejor expresión del bienestar humano, que esa simpleza monárquica.
No tanto por las proteínas del pollo, quién sabe si discutibles, sino por la
condición igualitaria, democrática, cultural, de unas pechugas y unos muslos
capaces de abarcar la sociedad. El resto, Presidente, es una colección de
principios retóricos, demasiado incumplidos en el país que hemos hecho. Tengo
la sensación, o quizás deseo tenerla, de que en lo sucesivo, esta tanqueta que
humilló el portón de Miraflores, será un convidado ineludible en nuestra
historia, un precedente instalado en la conciencia, torpe, ayatolesco, burdo,
pero desgraciadamente apoyado en una verdad como una casa. Quítele los cañones.
Quítele la violencia. Quítele el dolor de los muertos. Quítele el
incumplimiento de un mandato jurado. Quítele la simpleza. Transfórmelo en un
comentario del oficial Chávez, algo dicho en un pasillo de Miraflores al oído
del Presidente, como un simple acto de fe. Quítele la retórica de sexto grado,
la simplificación del Golfo, el patriotismo enervado, nervioso, visceral.
¿No
es lo que todos los días escucho en la calle, señor Presidente?
¿No
se parece al pueblo?
José Ignacio Cabrujas
El país según Cabrujas. Domingo 9 de febrero de 1992
Despilfarro
Es recio haber gastado días, meses,
años en defenderse sin saber de quién.
Recio no poder ver el
rostro del que asedia.
Recio ignorar lo que
nos devasta.
Rafael Cadenas,
Memorial (1977)
Lo político, trama ineludible de este
presente que nos convoca a un juego de espejos enfrentados, determina hoy las
mismas prisas de siempre, los nuevos viejos debates que se muerden la cola
acaso desde que Picornell, Gual y España le dieran al vocablo independencia
nuevas ataduras de sentido, radicales libres agrupados en torno a los nuevos núcleos
de poder transformados en ansias de igualdad, fraternidad y libertad. El
entramado humano revisitado en las instancias de la conformación del ser
americano. La angustiosa levedad de nuestra incertidumbre bicentenaria llega a
las costas de la historia venezolana, sin embargo, en el momento más oscuro, en
el de mayor desamparo.
Y no porque nuestro devenir cultural no
haya sido luminoso, caudaloso en cuanto a ideas y ciudadanos de alto valor
intelectual y moral, no porque en nuestra genética ciudadana no discurra un ADN
arrebolado en la historia nacional; el asunto se establece en relación a cómo
han decantado tales ideas en “la dialéctica de continuidad y ruptura y el
largo período histórico para la comprensión e interpretación de lo histórico
manifestado en hechos, acontecimientos y procesos” proposición metódica
de Carrera Damas que privilegia nuevas formas de abordaje histórico y cultural.
De allí se desprenden preguntas, dudas y decepciones encausadas y atadas en la
política del desatino que desde la amplia y derruida acera opositora hemos
tenido a maltraer como sociedad, reinsertando ¿enterrando? la esperanza en el
infausto campamento minero que avizoraron, retrataron y combatieron Briceño
Iragorry, Betancourt, Picón Salas, Caballero, Cabrujas y tantos y verdaderos
héroes que desde la honestidad y el virtuosismo político edificaron sino un
país, al menos una proyección de país totalmente consustanciada cultural,
política y económicamente.
Una verdadera, esencial y lamentablemente
arrinconada poética ciudadana que quijotescamente revivimos cada sábado en la
mañana, en la fecunda casa-fundación de un tal Rómulo Betancourt.
Y dije que las preguntas superaban ampliamente
a las respuestas que tan rápido y mal esbozo en estas líneas; no de otro modo
puede ser la dinámica de la violencia hecha país, instalada en cárceles de
pranes y presos políticos, de mafias con el poder moral de ser electos para
cualquier curul o silleta ejecutiva de banda ancha e ideas cortas. No de otra
forma puede ser mejor ejemplificada nuestra fragilidad de clase media con
aspiraciones democráticas y liberales que ungimos, cuales monos frente al tótem
en Odisea
espacial 2001, el laureado filme de Kubrick, a un par de botas que
vengase nuestra incompetencia ética y ciudadana friendo cabezas y ofreciendo
una revancha anti-histórica de náufragos culturales y charreteras pulidas,
dientes rotos en las falsamente adustas sombras victoriosas en las aulas de una
universidad que como el resto, durmió sobre sus laureles y cayó en la tentación
rentista de la beca, del posgrado en Moscú, de la pasantía en Stanford.
Señores: dejamos la ciudadanía en manos
anchas y ajenas, en partidos que se transformaron en las franquicias de hoy
día, en las que hamburguesa y pizza saben al mismo cartón, pero ahora sin papas
pero con yuca. En manos de empresarios de maletín, que a la frondosa sombra
gubernativa abonaron el terreno de futuros Antonini Wilson y demás miembros
ilustres de nuestra nueva burguesía revolucionaria. En manos de profesores
mediocres que fueron adueñándose de cátedras, subdirecciones y rectorados. En
las de dueños de medios que encumbraron odio y resentimiento aún a costa de su
propio futuro.
No leímos las señales; tan abstraídos
estuvimos comprando en Miami que convertimos en elitesco lo necesario, lo
imprescindible: los lienzos de Jacobo Borges, los filmes de Chalbaud, el teatro
de Chocrón, los cuentos de Salvador Garmendia, los poemas de Rafael Cadenas.
Mensajes que sin destino cierto deambulan en algunas conciencias provechosas y
solas como ánimas en nuestro personal purgatorio-nación que sufrimos. Por eso Iván,
cuando me preguntas cuáles son las vulnerabilidades del régimen sociopolítico
liberal democrático venezolano, yo pienso en que raspamos impúdicos el cupo de
nuestras identidades y bachaqueamos nuestra esencia cultural hasta esta escasez
de ideas, esta inflación de egos que nos condena a ser los últimos
latinoamericanos en la cola del progreso y la libertad.
Por eso querido Iván, sólo preguntas
quedan en este bolsillo roto de Pandora, pandemónium en que guardamos la
esperanza, no como virtud, sino como metáfora de lo real no maravilloso, de la
herida abierta de la confrontación entre poder militar y ¿poder? Civil, entre
el fusil y el clavel, entre 1945 y 1998:
¿Cómo
reconstruir el entramado social cuando los llamados a hacerlo escogieron “la
salida”, pero por Maiquetía?
¿Qué
es más importante, cuidarte del malandro, hacer la cola para la harina o
protestar contra el mal gobierno, la desgracia hospitalaria y educativa?
¿Qué
hacemos con una sociedad poco civilista y mal organizada?
¿Salvamos
a los muchachos apartándolos del país o salvamos al país apartándolo de los
muchachos?
¿Qué
hacer ante el demonio rojo, amarillo y azul del populismo, del mesianismo que
predomina en el establishment político venezolano?
¿Cómo
restablecer el liberalismo en el debate cultural con tanta telaraña ideológica,
con tanto trasto marxista-maoísta-castrista que pulula en el ambiente de las
izquierdas venezolanas, con y sin botas?
¿Cómo
entender a una derecha que, como criticó Octavio Paz en su versión mexicana,
tiene más intereses que ideas?
¿Qué
esperar del microcosmos cultural que solamente aspira que le devuelvan el
teatro de la ópera de Maracay “bien bonito”, mientras la censura y el apartheid
político-cultural imperan en museos, escuelas y medios de comunicación?
Con aprecio superlativo a tanta bondad
resumida en tu acción ciudadana y gentil, y esperando pronta y seguramente
esclarecedora respuesta, tu amigo,
H.
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Camerata Roja. Jacobo Borges |