Con fulminante
ironía, Carlos Monsiváis, refiriéndose al sistema político mexicano, pero que
retrata exactamente nuestra creciente miseria patria, al clientelismo ejercido
desde casi toda instancia de poder, dijo que “corrupción que no se comparte
fracasa”. Y ese ha sido el método más eficaz del gobierno en materia de “inclusión
social” durante estos gloriosamente fallidos 16 años del régimen bolivariano.
La efectividad de
este método conductista, pavloviano para más señas, es incuestionable, si nos
atenemos a sus resultados, un par de millones de venezolanos salivando,
moqueando y llorando las esperanzas perdidas de un cupo, de la dádiva que anuló
la conciencia de la clase media (o el mito autoindulgente que de ella teníamos
algunos clase- mediana), anulación completa de nuestra globalizada miseria
cultural.
La razón se impone;
miles de argumentos se desarrollan en la misma matriz: la ruina económica de
individuo, familia, país. Y es que cuando se va perdiendo la libertad, lo real
se transforma en ficción, las personas son ahora personajes de una ilusión que
se evapora con cada quincena fallida, cada cola, cada trancazo a la tarjeta de
crédito en los tours farmacéuticos.
Por eso mis primos
viajaron a Ecuador, mis amigos van a Surinam o Buenos Aires, no a conocer otras
culturas, mares o teatros. No se emocionan planeando recorridos turísticos o averiguando
gastronomías. No, van a gastar lo mínimo, dormir acaso unos días en alguna triste
pensión, comer en Mc Donalds y tal vez una cervecita barata x ahí para regresar
con los miles de dólares “raspaos”, con la amarga misión de vida de sacarle del
alma, en bolívares devaluados, a otro venezolano, a otro necesitado (de medicinas para la madre, materia
prima para su pequeña empresa o darle para comer a un hijo en un albergue en Canadá) pero
sin cupo.
Por eso profesores
y empleados universitarios, ingenieros y psicólogos, médicos y enfermeras abandonan sus empleos para dejar alma y vida en lar ajeno…alfabetizando indígenas en la Amazonía ecuatoriana, cuidando
viejitos, niños o perros en Madrid o vendiendo celulares en Santiago. Esas “razones”
, válidas o invalidadas, desnudan nuestra miseria espiritual, nuestra moral
flexible, plástica, atávica. ¿Dejamos de ser monárquicos? pregunta Carrera
Damas y la pregunta deja en silencio a la audiencia.
No respondo, solo
pienso en qué hubiesen hecho mis superhéroes: ¿Habrían raspado el cupo los
exiliados en La Habana en el 52? ¿Imaginan a Betancourt diciéndole a Leoni: y
tú ya raspaste? ¿Al maestro Prieto en la cola del banco de Venezuela activando
su cupo electrónico? ¿A Jóvito Villalba vendiéndole a como esté dólar today $2000a
Pompeyo Márquez?
Y que no piensen
amigos, familiares, conocidos del face y seguidores del tuiter que les acuso e
increpo. Que reclamo su recompostura moral, su vuelta a la patria, a la
ciudadanía. Estén seguros de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario