lunes, 13 de abril de 2015

Los raspacupos también lloran o ¿Y con $1500 cuánto me queda?

     Con fulminante ironía, Carlos Monsiváis, refiriéndose al sistema político mexicano, pero que retrata exactamente nuestra creciente miseria patria, al clientelismo ejercido desde casi toda instancia de poder, dijo que “corrupción que no se comparte fracasa”. Y ese ha sido el método más eficaz del gobierno en materia de “inclusión social” durante estos gloriosamente fallidos 16 años del régimen bolivariano.

     La efectividad de este método conductista, pavloviano para más señas, es incuestionable, si nos atenemos a sus resultados, un par de millones de venezolanos salivando, moqueando y llorando las esperanzas perdidas de un cupo, de la dádiva que anuló la conciencia de la clase media (o el mito autoindulgente que de ella teníamos algunos clase- mediana), anulación completa de nuestra globalizada miseria cultural.

     La razón se impone; miles de argumentos se desarrollan en la misma matriz: la ruina económica de individuo, familia, país. Y es que cuando se va perdiendo la libertad, lo real se transforma en ficción, las personas son ahora personajes de una ilusión que se evapora con cada quincena fallida, cada cola, cada trancazo a la tarjeta de crédito en los tours farmacéuticos.

Por eso mis primos viajaron a Ecuador, mis amigos van a Surinam o Buenos Aires, no a conocer otras culturas, mares o teatros. No se emocionan planeando recorridos turísticos o averiguando gastronomías. No, van a gastar lo mínimo, dormir acaso unos días en alguna triste pensión, comer en Mc Donalds y tal vez una cervecita barata x ahí para regresar con los miles de dólares “raspaos”, con la amarga misión de vida de sacarle del alma, en bolívares devaluados, a otro venezolano, a otro necesitado (de medicinas para la madre, materia prima para su pequeña empresa o darle para comer a un hijo en un albergue en Canadá) pero sin cupo.

     Por eso profesores y empleados universitarios, ingenieros y psicólogos, médicos y enfermeras  abandonan sus empleos para dejar alma y vida  en lar ajeno…alfabetizando indígenas en la Amazonía ecuatoriana, cuidando viejitos, niños o perros en Madrid o vendiendo celulares en Santiago. Esas “razones” , válidas o invalidadas, desnudan nuestra miseria espiritual, nuestra moral flexible, plástica, atávica. ¿Dejamos de ser monárquicos? pregunta Carrera Damas y la pregunta deja en silencio a la audiencia.

     No respondo, solo pienso en qué hubiesen hecho mis superhéroes: ¿Habrían raspado el cupo los exiliados en La Habana en el 52? ¿Imaginan a Betancourt diciéndole a Leoni: y tú ya raspaste? ¿Al maestro Prieto en la cola del banco de Venezuela activando su cupo electrónico? ¿A Jóvito Villalba vendiéndole a como esté dólar today $2000a Pompeyo Márquez?


     Y que no piensen amigos, familiares, conocidos del face y seguidores del tuiter que les acuso e increpo. Que reclamo su recompostura moral, su vuelta a la patria, a la ciudadanía. Estén seguros de ello. 



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