El mundo celebra hoy el
Día Mundial del Teatro, forma del arte compleja, plural, participativa. No
existe teatro fuera de la representación, es el momento mágico que en orgasmo
simultáneo involucra el clímax entre actor y espectador a través de la palabra,
el gesto, el símbolo. Un chorro de luz blanca que se derrama en el escenario,
una música que envuelve recuerdos, un personaje que se hace parte de nuestro
mundo vital y lo revela en la urdimbre cotidiana.
Segismundo, Hamlet, Don
Juan, dialogan con entera confianza con Pío Miranda y Los ángeles terribles, haciendo
tric-trac en la historia del teatro venezolano. La escena local se hace
universal y lo íntimo se hace público, pleno en la esencia del ser dialogado,
de la aceptación del otro, de la comprensión del mundo.
Sin embargo, Maracay no
es parte del mundo hoy. La peste totalitaria, anticultural y corrupta ha
sepultado al teatro de mi ciudad. En una acción continua, malévola, desquiciante,
el poder rojo ha engullido en sus fauces purulentas al otrora famoso movimiento
teatral aragüeño, bastión de la edad de oro del teatro venezolano. Acá marcaron
pauta Germán Lester, José Ignacio Cabrujas, Julio Jáuregui, Isacc Chocrón,
Alfredo Fuenmayor, Lali Armengol, Rodolfo Santana, Fermín Reyna, Roger Rodríguez, y muchos
otros, vanguardia teatral sin precedentes en la historia cultural de este país.
Hoy, El Teatro de la
Ópera, escenario de talla mundial, por donde pasó lo más granado del arte
mundial, como el teatro negro de Praga, Marcel Marceau o la ópera de Pekín,
está en ruinas, luego de tres “remodelaciones”. El Ateneo de Maracay, rodeado
de ventas de fritangas, pantaletas baratas y conciencias revolucionarias
(baratas también), sigue la misma ruta del abandono y el saqueo. Los grupos de
teatro que hacían vida en estas instituciones, o están censurados o silenciados,
complicidades incluidas.
Por ello, en este día,
Los Muchachos de la NASA reafirmamos a la protesta ciudadana como medio para
rescatar de las ruinas al teatro regional; propiciamos la intifada cultural
para hacer renacer una de las marcas de la identidad aragüeña más nobles de una
ciudad que aspira levantar de nuevo el telón de la democracia, la disidencia y
la pluralidad, y alentamos a los hacedores de teatro a tomar la calle,
escenario original de la representación, y marca indeleble del teatro aragüeño
y universal.
“Cuando el teatro es
necesario, no hay nada más necesario”
Peter Brook