La verdad, como
otros tantos asuntos en la vida humana, acepta plurales, grados, intereses y
opciones. Esto es así para el individuo, el ser de uno, como para todos,
pueblo, grupo, país, el ser de una comarca que habita en la memoria común, en
la conciencia de pertenecer a un tiempo y espacio determinado, o como decían
los pensadores europeos del siglo 19, el alma de los pueblos.
Esa conciencia
común y diversa que nos unía como proyecto, como aspiración potente y arraigada
en ese “ser ahí” que configura nuestra esencia libertaria, la “libertas
indifferentiae” como apuntó bien Heiddegger, está consistentemente rota,
anulada, masacrada por el caos criminal que se expresa en torturas, asesinatos,
sangre derramada e intolerancia perversa que si bien tiene en el régimen a su
actante principal, también mancha y escuece a algunos sectores cómplices de una
oposición que en colaboración plena con la injuria, amasan vilmente sus monedas
de plata, pocas, que tintinean en el vacío de sus conciencias.
Digamos sin
ambages, no hay país, y acaso nunca lo hubo, más allá del idealismo romántico
de unos hombres y mujeres que salieron a la luz solo para morir en las
tinieblas de una caverna demasiado inhóspita, demasiado violenta y cruel con
sus semejantes. Esta es la verdad que encontraron Bassil, Génesis, Geraldine,
Roberto, Alejandro, Luis, Deivis, Daniel, Wilmer, y 17 venezolanos más, así
como 25,000 el año pasasdo, 150,000 los últimos 10 años. No hay país, solo
nombres, todos los nombres que la violencia, infamia y ambición del poder tienen en su
lista, método numerario que hace fila en las puertas de morgues, hospitales,
farmacias y mercales.
Por estas
razones, supervivencias o sueños truncados, es que nosotros, Los Muchachos de
la NASA, apoyamos con fe y esperanza a esos refugios de la conciencia, que
asumen el momento histórico de Venezuela, esas barricadas que amurallan la
disidencia, que blindan la libertad de decirle NO a esta dictadura del terror,
del hambre, de la tortura, de la corrupción.
Estas son las
barricadas de París, de Praga, de Ucrania, de San Cristóbal, Mérida, de Valencia,
Maracay, Upata, Margarita, de todo el país; son las barricadas contra un
régimen cínico que criminaliza la disidencia, que con sus poderes podridos se
burla criminalmente de los estudiantes y del país todo, se enriquecen con el petróleo de
todos, con la sangre de los honestos, con la vida que se nos va en los ojos de
las madres, en el llanto de los muertos.
El llamado es a
continuar la protesta, el que persevera vence, este es un país en construcción
que desde una barricada reconfigura los espacios de libertad y compromiso con
esas verdades irrenunciables que nos hacen humanos, diversos, democráticos y
venezolanos.
De los sueños a la pesadilla, parece ser el sino de esta Nación, que como dijo Cabrujas es un país de paso, de reconstrucción, de tránsito, del "mientras tanto" Algún día despertó con petróleo y sin dinero, sin medicinas, harina pan, café, mantequilla...sin empleo, con armas, balas, asesinatos sin asesinos, muertos y llanto sin consuelo, sin fin y con la vida en una ruleta rusa ¿Cuál le quedaba? la guarimba y la barricada. ¿A quién se le puede enjuiciar por guarecerse en el único amparo de la RESISTENCIA contra un régimen feroz, depredador de todo sueño ajeno que se le antoje: Libertades, bienes, salud, conciencia, religión, símbolos, amor al que el ODIO es su manjar preferido? Nunca hubiesen pensado que unas débiles Guarimbas y Barricadas le bajarían el antifaz a los asesinos del régimen. No menos feroces, pero ahora están desnudos frente al espejo del mundo.
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