–Sí. Pero en el caso suyo
hubo otra cosa: usted no dio en el blanco, con todo y ser muy buen tirador,
porque junto suyo había alguien que no quiso que le pegara a los caimanes. Y si
yo le hubiera dejado hacer el otro tiro, lo pela también.
–¿El Brujeador, no es eso?
¿Cree usted, patrón, que ese hombre posea poderes extraordinarios?
–Usted está mozo y todavía
no ha visto nada. La brujería existe. Si yo le contara un pasaje que me han
referido de este hombre... Se lo voy a echar, porque es bueno que sepa a qué
atenerse.
Rómulo
Gallegos /Doña Bárbara
El país, convertido en un
gran bongo que navega un río lleno de peligros, de caimanes y brujeadores, se
desliza lentamente hacia el puerto inseguro que se ofrece entre dudas,
sospechas y esperanzas.
Muchas son las voces que se
alzan en el tremedal que representa la situación actual que nos circunda.
Muchas las opciones que entrecruzan la protesta ante la represión más brutal de
que se tenga registro reciente. El poder es una doña bárbara que se ensaña
contra quienes osan rebelarse ante la injusticia que toma las formas de la
muerte: la del enfermo sin medicinas, la del atraco artero y despiadado, la del
balazo colectivo a la protesta.
¿Con quién vamos?
Toda fiera herida responde
a la lógica del desespero; al gobierno se le agota el discurso y se sabe débil,
así como a las oposiciones, como las nombra Blanco Muñoz, les asusta la imagen
que refleja su propio espejo. Los estudiantes, sus madres, los vecinos y demás
asumen la resistencia y la guarimba como último recurso frente al asalto de las
hordas que sitian sus residencias y les amenazan con saqueos, violaciones y
vuelta a la guerra federal.
El poder se reparte entre
bandas; como el dólar, las cuotas se manejan entre sectores, grupos y partidos.
No hay control absoluto, las razones dominantes se esparcen como los gases
multicolores de la asfixia económica, del asma moral que sufrimos en cada
tarjeta del racionado buen vivir, en cada joven que se va con sus maletas a
otro lado, en cada vehículo-condecoración, en cada llamado hipócrita de paz.
¿Con quién vamos?
Venimos de la calle y hacia
la calle vamos; Venezuela es un tremedal económico y social que engulle
esperanzas, sueños y vidas con voracidad aterradora. Es la hora dura de los
hombres y mujeres que saben que estamos jugados ante la adversidad que carcome
moral y ética de espacios y formas de libertad. El brujeador se agazapa
para oír lo que decimos, interceptar nuestro mensaje, apaciguar nuestro
discurso, hacernos fallar el blanco que como caimán-tanqueta propone muerte y
rigor.
Sin embargo, un aroma libertario
persiste en las voces tercas, en el fiero amor que resiste, vence, que asombra
al olvido y aguarda el momento exacto de la victoria, el instante preciso del
futuro que aguarda a la vuelta de la esquina.
Rosana Hernandez Pasquier comentó en FB: Me encantó este escrito. Es un lenguaje muy nuestro. Se trata de aproximar a la orilla vadeando el río de la calle. Resuenan los nombres de Gerbasi, el manifiesto del Grupo Tráfico, Gallegos en la convulsión de las aguas revueltas. Vamos oteando sobre los lomos de los caimanes de siempre, los que saber contorsionar las colas para quedarse dueños y señores. En Egipto, el cocodrilo era un símbolo de todo lo relacionado con la maldad y el daño; su esencia se hallaba referida a la violencia y a la agresividad, según Frazer. Me pregunto, quién es el Hermes de esta historia, el mediador entre Cielo y Tierra. En este viaje cuál será su nombre, su palabra. Qué número. Espero que en este viaje de polaridades donde la oscuridad pesa tanto, salgamos hacia la luz.
ResponderEliminar